Hace 2 días Ray Dalio, fundador del mayor hedge fund a nivel mundial, Bridgewater, publicó en su perfil de Linkedin el siguiente artículo que traduzco libremente para mis lectores. He visto muchas burbujas a lo largo de mi vida y son aún más las que he estudiado a lo largo de la historia, por lo que sé de lo que hablo cuando me refiero a una burbuja y esas observaciones las he sistematizado en lo que denomino "indicador de burbujas", un indicador que sigo y que me ayuda a tener una perspectiva de cada mercado. Y lo usamos para observar la mayoría de los mercados en los que estamos involucrado. Te voy a mostrar como funciona y lo que dice de la situación actual de la bolsa estadounidense. Cuando hablo de burbuja me refiero a un precio extremadamente alto e insostenible y mido esa situación con los siguientes 6 indicadores. 1. Cómo de alto están los precios con respecto a medidas tradicionales. 2. Si los precios están descontando condiciones subyacentes insostenibles. 3. Cuántos nuevos compradores (los que no estaban con anterioridad en el mercado) han entrado en el mercado. 4. Como de positivo es el sentimiento general. 5. Si las compras se están financiando con apalancamiento. 6. Si los compradores han adelantado compras de forma excepcional (aumento inventarios, contratos de compras adelantadas, etc.) para especular o para cubrirse del riesgo de posibles subidas de precios. Cada uno de estos factores se mide mediante una serie de estadísticas que son combinadas para ofrecer una medida de la situación en la que se encuentran. Cuando hablamos del mercado de acciones, lo hacemos para cada acción que estemos observando. Estas medidas se combinan a su vez en índices agregados por título y luego para el mercado en su conjunto. La siguiente tabla muestra las lecturas actuales de cada una de estas medidas para el conjunto de la bolsa estadounidense y el subsiguiente gráfico muestra la lectura agregada de todas estas medidas combinadas, para mostrar su evolución desde el año 1910. De esta manera se puede entender las condiciones predominantes hoy en día con respecto a tiempos pasados. En resumen, a día de hoy el indicador de burbujas se encuentra alrededor de su percentil 77 para la bolsa de EE.UU. En los años 2000 y 1929, ambas situaciones de burbuja extrema, el indicador alcanzó el percentil 100. Dicho esto, hay una gran divergencia de lecturas entre diferentes acciones. Algunas compañías se encuentran en niveles de extrema burbuja, especialmente algunas compañías tecnológicas con poco historial, mientras que otras acciones en modo alguno se encuentran en esa situación. El siguiente gráfico muestra el el porcentaje de acciones estadounidenses que nuestras medidas señalan como en situación de burbuja. La lectura actual es de alrededor del 5% de las 1.000 cotizadas más grandes en los Estados Unidos, lo cual es aproximadamente la mitad de lo observado en la burbuja tecnológica de finales de los noventa y año 2000. Esta cifra es menor cuando se observa simplemente los componentes del S&P 500, ya que muchas de las empresas en situación de burbuja no son parte de este índice. Tomando las acciones que están en situación de burbuja y creando una cesta de "acciones burbuja", podemos elaborar un índice para observarlas de forma aislada. El siguiente gráfico muestra su evolución y la evolución de las 500 empresas más grandes. Este comportamiento recuerda mucho a la época de las "Nifty Fifty" de principios de los años setenta y de la burbuja tecnológica de finales de los noventa, ambas situaciones que recuerdo perfectamente. Y también podría recordar a la burbuja de finales de los años veinte del siglo pasado, una situación que no puedo recordar personalmente puesto que no había nacido. ------ Ray Dalio en su Linkedin publicó hasta donde he traducido, luego en su web corporativa publicó de forma desglosada algunos de esos indicadores, que puede valer la pena observar, pero que no aportan nada más allá de la información ya dada con los indicadores agregados vistos aquí. Lo cierto es que lo que Dalio expone casa con mi idea de la situación actual del mercado y que mencionaba en la parte final de mi artículo de hace quince días sobre el ratio PER (también es verdad que sería raro que pusiera algo en mi blog que arrojara una opinión muy diferente, así que esto hay que tenerlo en cuenta). En aquel artículo explicaba que el PER no sirve de nada al comienzo de un nuevo ciclo y que las lecturas extremadamente altas que muestra en la actualidad, no son alerta de nada, per se. Pero en la parte final del mismo, también explicaba que según muchas medidas de valoración del mercado (ver siguiente tabla), el actual mercado alcista no es una oportunidad "generacional" como pudo haber sido la de 2009 y que probablemente los inversores a muy largo plazo, como a 10 o 15 años vista, apenas obtengan rentabilidad alguna en términos reales cuando del mercado estadounidense se trata (y por extension de la bolsa global ya que la bolsa americana es la mitad de su peso). Aún así, mi opinión personal es que es un error ser bajista en las circunstancias actuales ya que estamos en una nueva expansión económica y las valoraciones del mercado no te dicen nada de lo que hará la bolsa los próximos 1, 2 o 3 años. Igual esta sube perfectamente un 100%. Y recuérdese, si bien la situación actual empieza a estar en terreno pocas veces visto, incluso el indicador agregado de Dalio está en el percentil 77, mientras que en otras burbujas se llegó al percentil 100.
En todo caso, con la estrategia All Seasons Momentum, no tomamos decisiones discrecionales de inversión, sino que nuestra estrategia diversificada se adapta dinámicamente a las circunstancias del mercado. Pero estamos muy cómodos utilizando una estrategia dinámica que se puede volver muy defensiva si llegan problemas (e incluso ganar dinero en determinadas circunstancias si esos problemas se prolongan en el tiempo). Nuestra previsión es que esos problemas llegarán en algún momento más pronto que tarde, ya que nada puede subir de forma indefinida. Ni siquiera Tesla.
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La muerte del value investing, un estilo de inversión que de forma general "compra barato" y con lo que llaman "márgenes de seguridad", ha sido un tema recurrente durante los últimos años, habiendo centenares o incluso miles de artículos especializados que tratan de explicar por qué este tipo de inversión ha caído en desgracia. No es de extrañar que el tema levante tan acalorados debates, al fin y al cabo, la rentabilidad a 10 años ha ido declinando poco a poco desde los años 80, hasta haber entrado en negativo en la presente década. Sí, el value investing (en precisión "el factor valor") pierde dinero a 10 años. Y no poco dinero. La vieja promesa de que comprando barato se tiene garantizada una rentabilidad positiva a largo plazo, parece haberse desvanecido. Haz clic aquí para editar. ![]() Y tampoco es de extrañar que hordas de inversores, que antiguamente idolatraban a determinados gestores value, ahora renieguen de este estilo de inversión como gatos que huyen del agua. Para muchos de estos exfollowers, los gestores estrellas como Paramés (Cobas) se han dormido en la complacencia, o lo que es aún peor y más imperdonable, han perdido su toque mágico. En el presente artículo voy a explicar que, por lo general, los gestores value no han perdido su toque mágico (si es que alguna vez lo tuvieron), si no que su suerte no depende de su potencial genialidad y perspicacia, sino más bien de las circunstancias macroeconómicas y políticas del momento. Value Investing Vs. Factor Valor Es cierto que en puridad se están mezclando cosas al hablar de "value investing" y "factor valor". El factor valor es una categorización académica (Fama & French), por la cual se agrupa a determinadas compañías con un bajo valor en libros, bajo el argumento de que históricamente han -o habían- ofrecido una rentabilidad superior a la del mercado en su conjunto (buy and hold). El problema de ese factor de inversión en valor, es que a medida que la economía ha ido cambiando, de una más industrial a una más basada en el sector servicios y las telecomunicaciones, desde un punto de vista contable se castiga más a las empresas modernas que a las más tradicionales. Esto es así porque una inversión tradicional -tangible- en planta industrial figura como activo en el balance de una empresa, mientras que una inversión en investigación y desarrollo -intangible- va directamente a la partida de gasto. Y a medida que cada vez las empresas destinan menos inversión a bienes tangibles y más a bienes intangibles, desde un punto de vista contable solo un determinado tipo de empresas cuenta con un mayor valor en libros y mayores beneficios relativos, dejando a un lado a buena parte de la economía, incluso si ambos tipos empresas cuentan con el mismo flujo de caja. Muchos inversores en valor hacen hincapié en este punto y ponen el ejemplo de que realmente un inversor value podría perfectamente comprar Apple si en un momento dado se pone barata con respecto a sus beneficios (entre otros factores), independientemente de lo que señale cualquier métrica del academicista factor valor. No obstante, a pesar de que value investing y factor valor no son lo mismo, lo cierto es que hay una importante correlación entre los resultados de la generalidad de los inversores value y el factor valor, demostrándose que, la pretensión de diferenciar fuertemente lo uno y lo otro, a veces es más un ideal que una realidad. En muchas ocasiones, por no decir casi siempre, los inversores value se enorgullecen de no invertir en cosas que no comprenden y muestran orgullo en comprar empresas que cemento y ladrillo. Lo viejo contra lo nuevo En esos centenares o miles de artículos sobre la muerte el value investing, la mayoría de las razones que justifican el mal resultado relativo de este estilo de inversión, se centran en relaciones meramente narrativas o espurias o, en el mejor de los casos, en razones muy parciales y no bien explicadas del todo. Para los críticos del value investing, este estilo de inversión "piensa a la antigua" porque rechaza centrarse en las compañías que conforman la economía moderna y tiende a invertir en empresas en declive, justo el tipo de empresa que tiende a mostrarse barata a los ojos de los inversores en valor. Lo ocurrido durante los dos últimos mercados bajistas en EE.UU. (2008 y 2020) sería la confirmación de esta realidad, ya que a diferencia de otras recesiones, la inversión en valor declinó más que el conjunto del mercado, no ofreciendo ningún tipo de defensa por la sola idea de que las empresas compradas eran más baratas. Los defensores del value investing, gustan de verse a sí mismos como el último reducto de los "contrarians", personas estoicas que no se dejan llevar por las modas, netflixes y teslas del momento. Para ellos el mercado se encuentra en medio de una locura colectiva, siempre cerca de un gran crac como el de 1929; siempre cerca de un momento en el que las acciones sobrevaloradas y amadas por los inversores dejarán de rendir, al menos en términos relativos, y entonces aquellas empresas baratas y olvidadas por el mercado volverán a tener su momento de gloria (nota: a pesar de la referencia de 1929, Graham, el padre del value investing, perdió un 70% del dinero de sus inversores). De ahí que últimamente en las cartas trimestrales de los gestores value, jamás falte alguna versión del siguiente gráfico, para ejemplificar visualmente como la menor rentabilidad del factor valor con respecto al factor crecimiento, volverá con claridad al alza, como si hubiera algún tipo de ley física universal que garantizara que lo que ha caído mucho, tiene que volver al alza con fuerza. No es poca ironía que un inversor por fundamentales esté buscando como loco un soporte y que además lo haga en medio de la nada. A veces las cosas son mucho más sencillas Decía Guillermo de Ockham que en igualdad de condiciones la explicación más sencilla es la más probable. En el apartado anterior ni siquiera he entrado en el detalle de las razones que defensores y detractores dan para explicar lo que le ocurre al value investing. Pero incluso si entrásemos en explicaciones verdaderamente sofisticadas, uno acabaría mareado con la cantidad enorme de matices, ideas pendulantes y tecnicismos utilizados. Sin embargo, desde mi punto de vista, casi todas esas son razones completamente triviales, siendo la única razón, o por lo menos la única que es suficiente por sí misma y que explica el que hace una década el value investing dejase de funcionar a la hora de batir al mercado, la del precio del dinero y la ley de la oferta y la demanda. ¿No determina la disponibilidad y el precio del dinero la oferta y la demanda de todas las cosas en la economía? Pues en los mercados igual. Curiosamente, la fuerte rentabilidad absoluta del factor valor empezó a deteriorarse desde los años ochenta, que es justo cuando los tipos de interés hicieron techo y comenzaron a declinar desde que Volcker declaró la guerra a la alta inflación. Y, curiosamente, desde 2007 el factor valor entró en barrena con respecto al resto del mercado, cuando los tipos de interés pasaron de ser más o menos normales a estar cerca de 0 en buena parte del mundo. Tan fuerte es la relación, que cuando uno observa el ratio (rojo siguente gráfico) de acciones baratas (value) con respecto a las acciones de crecimiento (growth) y lo relaciona con los tipos de interés (en negro), uno se da cuenta enseguida de que es la explicación más sencilla y la única que es suficiente. El precio del dinero, ya sea que uno considere que está determinado por las grandes tendencia demográficas o por los bancos centrales, o más plausiblemente por una combinación de ambos factores, es lo que hace que los diferentes factores muestren un mejor o peor comportamiento relativo. A tipos más altos mejor lo hacen las empresas value. A tipos más bajos, mejor lo hacen las empresas growth. Los tipos bajos se dan en economías que crecen a menor ritmo y que tienen menos presiones inflacionarias, es decir, economías con escasez de crecimiento. Y a mayor escasez de crecimiento, los inversores buscan cualquier brizna de ese escaso crecimiento pagando una mayor prima por el mismo. Por ello, con tipos bajos, las empresas growth tienden a brillar en términos relativos. Cuando los tipos suben lo hacen porque el crecimiento asciende, así como la inflación que suele acompañar al crecimiento. En ese entorno, donde hay mayor abundancia de opciones, las acciones baratas o value recuperan parte de su atractivo. El futuro depende más de Lagarde y Powell, que de la potencial genialidad de un gestor value Cuando se entiende la relación tan fuerte que hay entre precio del dinero y los diferentes factores de inversión, todas las demás explicaciones palidecen. Ni vieja ni nueva economía, ni monopolios tecnológicos que dominan, ni excesos de euforia, ni empresas que el mercado olvida. Nada, todo es muy relativo cuando se compara con los tipos de interés y su influencia en la oferta y la demanda de bienes escasos. Desde esta perspectiva, parece que el futuro del value investing no depende de ningún tipo de justicia divina que tenga que devolver lo quitado a los estoicos y pacientes inversores en valor, o de que estos gestores vuelvan a encontrar "su toque mágico", uno que quizás jamás tuvieron en primer lugar. Realmente, el que vuelvan a mostrar un mejor comportamiento relativo y absoluto, depende de cosas que están completamente fuera de su control. La pregunta no es si Paramés y otros gestores tendrán más o menos aciertos en el futuro, sino donde estarán los tipos de interés en los próximos años. Y eso me lleva a mi máxima de que toda decisión de inversión, implícitamente, en último término siempre es una apuesta macro. Todo lo que ocurre, todas las inversiones, solo son reflejo de un determinado momento económico y político. Si Paramés llega a comenzar su carrera en 2007, hoy, catorce años después, no sería famoso, sino simplemente alguien que invertía en empresas tradicionales y tuvo mala suerte. No te alegres, el próximo puede ser tu estilo de inversión Ahora bien, al entender esto, los inversores en crecimiento y por supuesto lo indexados "pasivos" que en definitiva no son más que inversores en crecimiento (otra apuesta implícita macro), no deberían alegrarse mucho. Sus superiores rentabilidades solo son reflejo de los tipos de interés que han bajado drásticamente durante los últimos años. El 99,99% de los inversores en crecimiento y por extensión los indexados, lo han hecho mejor que los value no porque cuenten con algún tipo de superioridad intelectual de algún tipo, sino por la mera suerte. Para que su rentabilidad superior se mantenga en el tiempo, estos tipos de interés deben mantenerse bajos y descender aún más. Si por casualidad el ciclo de tipos a la baja ha llegado a su final, se puede concluir que la fiesta de esa mejor rentabilidad del growth, ha llegado a su final. La cuestión es que casi nadie sabe qué harán los tipos de interés. Nadie ha conseguido pronosticarlos de forma efectiva a lo largo del tiempo, ni muchos menos pronosticarlos a largo plazo. Y eso lleva a la última conclusión de que, tanto los inversores en valor como los inversores en crecimiento, no son dueños de su destino ni tienen la fórmula secreta para batir contínuamente al mercado. Lo normal es que todos ganen dinero en el verdadero largo plazo, ya que las acciones tienden a apreciarse por el sistema capitalista, pero el que unos lo hagan mejor que otros, casi siempre y salvo unas verdaderas excepciones, es una cuestión de puro azar. Hay una frase que dice que no hay que confundir inteligencia con un mercado alcista. Lo mismo se puede decir de los diferentes factores de inversión. En los mercados, como en la vida, hay mucha aleatoriedad, pero mucha más de la que todos queremos creer. ¿Te has parado a pensar qué apuesta implícita macro representa tu estilo de inversión? Hoy en día, con respecto al mercado estadounidense, corre la especie de que el mercado está carísimo y mostrando signos de euforia financiera. Ya en un artículo reciente (ver "Más optimismo bursátil que en el año 2000 ¿realmente existe el mismo peligro?") expliqué que suele ser un sinsentido analizar el sentimiento de mercado sin el contexto de en qué fase está la economía en un momento dado. Con el ratio PER de la bolsa de EE.UU. ocurre más de lo mismo. Muchos observan el siguiente gráfico y extraen la conclusión lineal de que el mercado está caro, sí o sí: ¿Cómo no pensarlo? el ratio PER en el mes de febrero de 2021 ha repuntado hasta los 39,57 puntos, el nivel más elevado desde octubre de 2009. Sin embargo, la realidad es un poco, y solo un poco, más compleja que lo que un gráfico a primera vista aparenta señalar. La paradoja del PER El PER responde a las siglas P de precios, E de beneficios (earnings en inglés) y R de ratio. Es por tanto una medida que divide los precios a los que cotiza el mercado entre los beneficios corporativos. Dicho de otra manera, es el precio al que los inversores aceptan pagar unos determinados beneficios. A veces, por unos beneficios X se paga 10 y otra veces 30 y esto es algo que va variando con el tiempo. Obviamente, si los beneficios permanecen constante en nuestro ejemplo, el que unas veces se pague más o menos depende en buena medida de cuáles son las alternativas de inversión y de cuál es el optimismo de los inversores. A peores alternativas y más optimismo, mayor tiende a cotizar el PER de las acciones. Pero si hay una alternativa más jugosa (como bonos con mayores intereses) y más pesimismo inversor, menor tiende a ser el PER. Cuando hablamos del PER no hay niveles preestablecidos hasta los que no puede bajar o niveles preestablecidos sobre los que no puede subir. Así, si los inversores son muy pesimistas, el PER puede bajar durante mucho tiempo y hasta niveles ínfimos y, si los inversores son optimistas, no hay nada que diga que el PER no pueda ser 100. El PER no responde a ninguna ley de la física y por tanto no tiene rangos definidos. Este es el primer problema del PER, el pensar que existe un rango más o menos lógico en el que debe fluctuar. Simplemente no lo hay y depende de varios factores móviles. Pero el mayor problema en su interpretación no es ese, sino que la mayoría de inversores no se para a pensar que refleja exactamente este ratio y como varía a lo largo del ciclo económico. Si volvemos a observar el anterior gráfico, lo único cierto es que de los últimos grandes repuntes al alza del ratio PER, excluyendo el caso actual, 3 de los 4 se dieron en medio -o cerca- de grandes mínimos cíclicos del mercado de acciones: 1992, 2002, 2009. Solo siendo 1999-2000 una lectura extrema que se dio antes del gran mercado bajista nacido en marzo de 2000, tras la implosión de la burbuja tecnológica de los años noventa. ¿Pero no se suponía que un ratio de valoración debería de alertar de peligro cuando más alto está? A la luz de la evidencia histórica de las últimas tres décadas, tres de estos cuatro repuntes se dieron o bien al comienzo de nuevos mercados alcistas de grandes proporciones, o bien solo un poco antes, como en 2002. Únicamente la lectura extrema de 1999-2000 pudo alertar de que algo peligroso se encontraba a la vuelta de la esquina. Todo sumado, más bien parece indicar que lo más inteligente es ser alcistas cuando el ratio de valoración alcanza un extremo al alza. No lo digo yo, lo dice a la perfección el siguiente gráfico donde he marcado los altos extremos del PER y el momento de mercado (S&P 500) en que aparecieron: La explicación de la paradoja del PER La razón de que ocurra esto no es porque los mercado estén locos o hayan dejado de funcionar racionalmente a causa de los experimentos monetarios de la Reserva Federal y otros bancos centrales. El problema se produce porque los inversores tienden a quedarse con la explicación formal de qué significa cada letra del ratio (precios y beneficios) sin llegar a entender qué significan materialmente cada uno de estos dos elementos y cómo ambos evolucionan a lo largo de un ciclo económico. En primer lugar hay que entender que las cotizaciones (la P del ratio) son un indicador adelantado, tanto de la evolución futura del ciclo económico como de los beneficios corporativos de las empresas cotizadas. Dicho de otra manera, los precios nunca reflejan lo que ocurre en el presente, sino que descuentan las expectativas futuras. En segundo lugar hay que entender que los beneficios (la E del ratio) de los que informan las compañías son noticias pasadas, antiguas. Incluso cuando se habla de estimaciones de beneficios a un año, normalmente solo son extrapolaciones ligeramente alteradas de los beneficios pasados. Esto es así porque los analistas no son muy buenos viendo el futuro y sus predicciones tienden a estar influidas por el pasado inmediato. Teniendo en cuenta que la P refleja el futuro y que la E refleja el pasado, o como mucho un presente ligeramente actualizado, se producen descalces o lecturas erráticas en el ratio PER. Esto se hace totalmente evidente al final de las recesiones y mercados bajistas. En el clímax de una recesión ocurren dos cosas de forma simultánea. Por un lado los precios que previamente han declinado fuertemente, comienzan a repuntar con fuerza, porque el mercado comienza a cotizar un futuro en el que la recesión terminará y los beneficios a un plazo de varios años se recuperarán. Y, a la vez, mientras los precios gradualmente cotizan un futuro mejor, las empresas siguen informando de beneficios muy bajos por culpa de la recesión. E incluso las estimaciones futuras son muy cautas porque estas no son más que extrapolaciones sobre el pasado reciente. Como consecuencia de todo ello, de los diferentes momentos en el tiempo al que hacen referencia la P y la E del ratio PER, se producen estas divergencias. Y por ello me invento una regla de oro: ignora al completo los ratios PER al final de una recesión y al comienzo de un mercado alcista, porque no están señalando absolutamente nada. Ya hemos mostrado empíricamente la paradoja por la que, 3 de las 4 mayores lecturas de los últimos 30 años, han sido momentos donde los inversores estaban mejor servidos estando invertidos en renta variable que siendo cautos. Entonces surge la pregunta de si el ratio PER sirve realmente para algo más allá de confundir a hordas de inversores pesimistas al comienzo de los nuevos mercados alcistas. La respuesta es sí. Un ratio PER muy elevado al final de un ciclo económico prolongado, en contraposición al comienzo de un nuevo ciclo, es muy probable que esté indicando que los inversores estén pagando un precio demasiado elevado para unos determinados beneficios. Por ello me saco la segunda regla de oro de la tarde: un PER que alcanza una lectura extrema al final de un ciclo económico que tiene varios años de vida, probablemente esté señalando un comportamiento irracional demasiado optimista entre los inversores. Eso fue justamente lo que ocurrió en el año 2000. Al igual a como ocurría el otro día con el apalancamiento de los inversores (margin debt), todo dato macroeconómico, sea cual sea, necesita ser contextualizado. Si no, no sirve de nada. Tal vez esta sea la tercera regla de oro de este artículo. Y probablemente la más importante. No observes nada sin reflexionar profundamente qué significa. Criticar la forma en la que se observa el PER no significa que se opine que el mercado esté barato Para mucha gente, desde luego no para el lector inteligente, el criticar algo hace que en sus mentes automáticamente se esté diciendo lo contrario. Si digo que el PER no dice que el mercado esté caro, en seguida la traducción para muchos es que he dicho que el mercado está barato. Por si acaso lo repito: sólo estoy diciendo que el PER no sirve para casi nada. Aparte de esto, tengo la convicción de que 2021 no es una oportunidad generacional, no es uno de esos mercados baratos que aparecen tras una gran recesión y mercado bajista. Por mucho que se tengan en cuenta que los tipos de interés están en niveles históricamente bajos, existen múltiples formas de valorar el conjunto de mercado y todas muestran que se está en niveles no vistos con anterioridad. Unos tipos bajos pueden justificar hasta cierta medida unos ratios de todo tipo más elevados, pero solo hasta cierto punto. Adicionalmente, la ponderación de la renta variable en las carteras de inversión de los hogares estadounidenses, está en niveles que predicen una rentabilidad muy pobre o nula en plazos prolongados, como la siguiente década o incluso quince años. Pero todas estas consideraciones de largo plazo no significa que lo caro no pueda estar más caro. No significa que vaya a venir un mercado bajista antes de 3 años. Y si esto es así, entonces, ¿realmente el saber estas cosas sirven para mucho a no ser que uno invierta realmente a un plazo de 10,15 o 20 años vista?
La respuesta es no, de mucho no sirve excepto si uno es un inversor de muy largo plazo, que son los que deberían estar verdaderamente preocupados con esta situación, ya que probablemente dentro de 10 años la renta variable de EE.UU. esté en los mismos niveles de hoy en día. Para el resto de inversores menos iluminados (adviértase la ironía) y que presentan plazos de inversión algo más tácticos, aunque sea a unos años, no hay cosas que se puedan decir a ciencia cierta. Pero al menos entendiendo bien lo que significa cada elemento, ayuda a no cometer errores graves de inversión. Es difícil o casi imposible saber qué hará el mercado a un año vista, pero al menos se puede saber que un PER puntualmente alto tras una recesión no significa nada. |
Hugo Ferrer Gestor en GPM Profesor Experto Bolsa Universidad de Alicante y del Máster en Economía Bancaria de la Universidad de Sevilla. Autor libro "El Inversor Global: inversión y especulación siguiendo las fuerzas económicas que dirigen el mercado de acciones". Archivo
Septiembre 2023
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